23 octubre 2006

Otra clase de Satisfacción

13 octubre 2006

Shin Seiki Evangelion: Odno i to Zhe.

05 octubre 2006

El Grito de la Naturaleza.

Munch describió así la experiencia que lo llevó a pintar esta obra:

"Caminaba con dos amigos por la carretera, entonces se puso el sol; de repente, el cielo se volvió rojo como la sangre. Me detuve un instante, me apoyé en la valla indeciblemente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían y arrastraban sobre el Fiordo negro azulado.
Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás temblando de miedo.
Ahí sentí el grito enorme, infinito, de la naturaleza".

04 octubre 2006

Sentimientos Compartidos.

03 octubre 2006

Snob: algo noble de doble filo...

Originalmente el término define a ciertos personajes que buscan mostrarse para que los reconozcan y admiren, sólo a partir de sus elaboradas apariencias, siempre sujetas a modas estrictas y a toda una gama de pseudopalabras líderes, que (como "vip", "chic", "vintage", "tipo naaaa") podrían formar parte de un probable canon impensado para la frivolidad.
Acuñada en la corte de Ricardo Corazón de León, hijo de la triple emperatriz e incandescente mecenas, la gran Leonor de Aquitania, esta palabra apocopada era murmullo entre los nobles como inesperada contraseña para distinguir con humor a quienes aún sin poseer título nobliliario alguno, en su impostura trataban al menos de parecerlo. Así murmurando, quizás en las recepciones, aclaraban quién era verdaderamente cuando besaban la mano.
Una contracción de "Is not Noble" reducida a la simbólica y críptica "SNOB", como un susurro esclarecedor y certero de estos personajes que con gran simpatía, preferían aclarar sin que al principio otros lo entendieran, esa constante simulación de apariencias lograda casi siempre a base de mucho dinero y nada de esfuerzo, por figurar sobre todo en las crónicas, especialmente sociales.

01 octubre 2006

El ataque de la mujer de 50 pies.

Es increíble. El día viernes 29/09 me dispongo a dirigirme al cajero automático que tengo más cercano para retirar mi magro sueldo. Ni bien toco la vereda con uno de mis piés (no recuerdo si el derecho o el izquierdo, que importa) noto algo que impacta inevitablemente en mi percepción. Una mujer. Esbelta ella, de unos quince metros de altura, delgada, morena, con una sonrisa capaz de captar todas las miradas, y con un look digno de ser recreado por cuanta jovencita ilusa se cruzara en su camino. La Mujer Gigante seguía ahí, inmóvil, de espaldas a la medianera que de aquel edificio de siete pisos que le servía de soporte: medianera que hasta el día anterior se encontraba desnuda, desapercibida e imperturbable como cualquier otra medianera.
Su cabello daba a la composición la frescura (primaveral) necesaria para disimular el artificio; esa pose tan armada como digna de la musa más inspiradora.
Todo estaba friamente calculado, el tamaño, su ubicación estratégica (asomándose entre las azoteas de La Paternal, siendo observada por cualquier transeúnte que circulara por sobre el puente San Martín). Era obligatorio verla. Les aseguro que uno no podría simplemente ignorarla.
El poder de atracción de tamaña imagen (y sobre todo su dimensión) despojan al espectador de toda libertad, no hay posibilidad de elegir. Para dar un ejemplo diría que hay ciertas circunstancias en que uno tiene el poder de decidir qué ver y qué no: cuando se va a ver una película al cine, una muestra de pinturas, una programación televisiva, o la revista "paparulo". Pero esto de caminar por la calle y estar obligado a ser testigo de los parámetros a seguir es un asco, sobre todo si nos ponemos a pensar que estamos en la vía pública.
No intento parecer un mojigato, un ultraconservador, o nada por el estilo: hasta es bien sabido que (paradójicamente) estudio publicidad, pero me parece acertado desligarse de la modorra cotidiana.